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22 mayo 2006

Negreros

La llamada crisis de los cayucos ha saltado a primer plano en los últimos días, pese a que otros temas, como la victoria del Barça en la Champions, la han dejado en un segundo lugar para los ojos y oídos de la vieja Europa.

Desde que empezó el 2006 han llegado a Canarias más de 7.600 personas a bordos de estas nuevas pateras. Sólo el jueves pasado, llegaron en doce horas 647 subsaharianos. Esta crisis es la segunda parte de la que ya ocurrió hace unos meses. En aquel momento, la Unión Europea puso dos millones de euros para ayudar al gobierno español a controlar la llegada de inmigrantes. Dos millones de euros es, para que nos hagamos una idea, la mitad de lo que cuesta construir un pabellón deportivo con capacidad para 500 espectadores en cualquier municipio. Es decir, los 25 estados de la UE han puesto la mitad de dinero de lo que cualquier ayuntamiento medio puede poner. Quizás creen que no vale la pena poner mucho dinero para controlar lo incontrolable.

7.600 personas han llegado en cayuco a las Canarias en este 2006. ¡A saber cuántas no han llegado y se han quedado a medio camino! Publicaba el diario El País ayer una historia macabra, propia de Edgar Allan Poe en su novela Las Aventuras de Arthur Gordon Pym.

Basándome en lo que explica el artículo voy a subdividir el tema para facilitar su lectura.

· El pasado 24 de diciembre un español residente en las Canarias y de profesión mecánico, reclutó en Praia, Cabo Verde, a unos 53 senegales. Con la promesa de llevarlos a las Islas Canarias en pocos días, les cobró a cada uno 1.200 euros. Es decir, 63.600 euros en total (diez millones y medio de las antiguas pesetas).
· Minutos antes de zarpar, con los 63.300 euros en una bolsa, dice a los ocupantes que debe bajar de la embarcación y que enseguida llegará el capitán que los debe conducir hasta Europa.
· En ese momento, cinco senegaleses desconfían y deciden abandonar el cayuco. Evidentemente, perdieron 1.200 euros cada uno. El resto perdería mucho más.
· Evidentemente el capitán no llegó, así que el 25 de diciembre los senegaleses salieron con intención de viajar a las Canarias. Al parecer, 48 personas.
· A los tres días de navegación, el yate sufre una avería.
· Un barco de mayores dimensiones de dirige hacia la embarcación averiada. Al parecer, este barco podría haber sido avisado por el español que estafó a los senegaleses, que no habría perdido la pista a la embarcación.
· El barco mayor les lanza un cabo y remolca a la embarcación con los senegaleses. Hay dos posibilidades: llevarlos hasta Cabo Verde, destino de origen, o a las Canarias.
· El barco grande en lugar de dirigirlos a uno de los dos puntos, los introduce más en el Océano. Corta el cabo y los abandona a su suerte, dejándolos a merced de las corrientes.
· Cuatro meses más tarde, la embarcación apareció al este de las islas Barbados, en el Caribe. Dentro sólo quedaban once cadáveres momificados. Habían tardado cuatro meses en recorrer más de 5.000 quilómetros.
· Al parecer, uno tras otro de los 48 senegaleses perecieron en esa travesía. A medida que morían, los débiles supervivientes iban arrojando los cadáveres al mar. Los once cadáveres que aparecieron momificados estaban dispersos por diversas partes de la embarcación.
· La ropa se mezcló tanto con la grasa corporal en los cadáveres que fue imposible su identificación. El caso y las identidades se descubrieron a partir de un número de teléfono que se encontró en el cayuco.

Ahora los familiares piden al gobierno español que investigue, detenga y juzgue a quien cometió lo que El País llama "genocidio". Hasta ahora, ninguna comisaría de policía se ha interesado por el caso ni se ha abierto investigación judicial alguna. Y eso a pesar de los intentos de denunciarlo en Barcelona (por el hermano de uno de los fallecidos) y Canarias.